Viernes, Diciembre 13, 2024

Sabe Jannik Sinner que el serrucho terminará realizando efecto, conque procede aplicado un punto tras otro, poco a poco más incisivo conforme su brazo entra en calor y el metal profundiza agresivo en la madera: raca-raca-raca. Más y cada vez más y más. Bolas y mucho más bolas pesadas que van convirtiéndose en serrín hasta el momento en que Taylor Fritz, el leño en cuestión, se abre en 2 y termina cediendo a la acción cortante de esos dientes que deciden la final de Novedosa York, donde todo termina así como comenzó hace un par de semanas.

Sinner, principio y final, el epicentro de este torneo que empezó con la foto del italiano (6-3, 6-4 y 7-5, en 2h 15m) y que se cierra exactamente igual, con la salvedad de que en este momento él, el nombre de la discordia de estos días, alza los brazos vencedor y no cambia el ademán ; sin excesos, en esa línea inalterable. Siempre equilibrada. Ahora tiene dos enormes , a propósito.

“Este título significa mucho para mí. El último intérvalo de tiempo de mi carrera no ha sido nada fácil , pero mi aparato y la multitud próxima me ha apoyado siempre. Amo el tenis”, expresa el vencedor caminando de pista, ya coronado, antes de que Andre Agassi le lleve a cabo entrega del premio y de que reciba un cheque despampanante (3,2 millones de euros) que tampoco le transforma el rictus. Recuerda de su tía enferma, dado que va dándose cuenta de que más allá de las pistas “hay una vida”, y quiere al mundo entero “salud”. Y quita y valora por encima de todas las cosas : “No lo he hecho mal, he ido día a día suponiendo en mí. En este torneo me he dado cuenta de lo importante que es esa fortaleza mental”.

De este modo de caprichoso es el deporte. Ni Carlos Alcaraz, ni Novak Djokovic, ni Daniil Medvedev o Alexander Zverev. Tenía que ser Sinner, el joven que llegó a la ciudad de los rascacielos en el disparadero y justificándose, reivindicando su inocencia y asegurando que lo pasó muy mal durante los últimos cinco meses, el que hiciera cima en esta edición mucho más bien anormal , a la que los tenistas llegaron fundidos por toda la brega del año y que prácticamente a las primeras de cambio perdió a 2 de los grandes atractivos. A un lado Alcaraz y Djokovic, eliminados también los dos -ev, todo apuntaba irremediablemente al número uno y este ha completado un trazado on line recta, sin mayores sustos que el sufrido solamente meter el pie en el torneo —solo un equipo concedido, el primer día frente Mackenzie MacDonald— y excepcionalmente concentrado.

Sin virguerías , no se recordará este triunfo como un pasaje a almacenar , sino más bien como recorrido resuelto a partir de cloroformo y de buen hacer ; probablemente, por el hecho de que tal vez era lo que procedía, dadas las circunstancias. Desde el instante en el que el español y el serbio dimitieron en la primera semana, sobresaturados ya mentalmente de tanto kilometraje y tanta emoción, Sinner sabía que el éxito dependía esencialmente de su cabeza y de ver exclusivamente al frente , sin caer en la tentación de girar el cuello hacia lo que pudiera expresarse desde el exterior. La dimensión de los tres personajes principales es hoy por hoy muy superior a la del resto , de modo que tenía que ver con caminar con buen paso y de no parar, de no fallar y eludir darle al coco o extravíos mentales innecesarios. Esto iba de comprender capear el temporal.

La investigación determinó que el rastro de clostebol —esteroide anabólico contraindicado por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA)— en los análisis de marzo fue accidental, pero el indicio de la sustancia envuelve de forma ineludible este presente raro del campeón , que ante la zozobra aprieta la dentadura, se ha hermetizado y se ha dedicado esencialmente (y también inteligentemente) a divertirse. Y ahí, ahora sobre la pista, poca discusión. Un contrincante granítico que fué despachando las rondas con trabajo y seguridad. También esta final que transcurre de manera plana, sin giros ni emociones , acorde al tono competitivo usado por el ganador. Satisfactorio tarde en Flushing Meadows y una máquina en la línea de fondo, metiendo más y más bolas e incrementando el ritmo lo justo y necesario a fin de que el bueno de Fritz, bravucón en el preámbulo —”siento que voy a ganar, disfruto en el momento en que juego contra él”, afirmaba — finalice entregándose. Solicitará perdón después.

Lo observa desde la tribuna Andy Roddick, el último local (hombre) que alzó el trofeo en la Arthur Ashe. De eso hacen ahora 21 años, 2003, y el compatriota que resiste a duras penas ahí abajo poco mucho más puede llevar a cabo. Aplastante la lógica. “¡USA, USA, USA!”, se entona desde las tribunas para poder ver si el partido gana algo de picante, un tanto más de chispa, si reanima a su jugador. Hay un arrebato final, un toma y daca de breaks, achicado a un piscolabis pasajero. En el aséptico intercambio de bolas al que asiste la central, tan poco pasionales uno y otro, se impone el sólido ejercer del italiano, que niega al norteamericano los escasos instantes que este (26 años y séptimo de todo el mundo ) le prueba de verdad. Todo va en una dirección y nada cambia. Fritz es un jugador interesante , de buenas hechuras, pero en su primera gran final paga muy caras las imprecisiones.

Zanjado el episodio, Sinner muerde la toalla, se abraza con los suyos (¡bravo, bravo!”) y abrillanta una espléndida temporada donde ha incorporado los dos primeros majors a su casillero —de los muchos que, probablemente, van a llegar —, y donde de momento hizo pleno: a victoria por cada final. Son seis trofeos, los de Australia, Róterdam, Miami, Encuentre , Cincinnati y Nueva York, y 35 triunfos sobre pista dura que le convierten en el mejor sobre el cemento. Resalta nuevamente su regularidad —alcanzó en todos y cada uno de los campeonatos que ha disputado (12) como mínimo los cuartos— y lo festeja como el segundo tenista de su nacionalidad que logra realizar cima en el vecindario de Queens, tras el éxito de Flavia Penetta en 2015. Solo 4 players habían logrado enlazar el mismo año Australia y el grande estadounidense: Mats Wilander (1988), Roger Federer (2004, 2006 y 2007) y Novak Djokovic (2011, 2015 y 2023). En este momento es él, mano a mano con Alcaraz. En 2024, dos y dos para cada uno de ellos.

“Logré muchas victorias esenciales esta temporada, comenzando por Australia, donde jugué muy bien y eso me dio muchas confianza hasta ahora. Pero el trabajo nunca se detiene. Sé que aún puedo prosperar ”, se impone, disciplinado a mucho más no poder y también inconformista; “debes estar orgulloso de lo que tienes. El resto, hay que ir a por ello y trabajar”.

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